Porque no hay nada más divertido
que Mr. Bean en un museo de porcelanas o un novato en la cocina, hoy les
traigo, a petición especial, el top 5 de la cocina.
5. El hambre siempre puede más. Peor
que el rugido de un volcán en erupción es el ruido del estómago de uno urgiendo
por comida. Sensación que termina por llevarlo a uno al territorio de la cocina
del cual uno solo conoce la nevera y el puesto de la estufa. Es en ese momento uno
recuerda las amenazas de la mamá cuando decía: “un día de estos me voy a largar
a ver que hacen”.
4. Lego comestible. Suertudo
aquel que logre encontrar al menos 1 salchicha, dos huevos o galletas de sal,
salvó la patria. Otros, con mucho menos suerte que los anteriores, aplicarán el
instinto de supervivencia, mezcla de MacGuyver y Bear Grills, para preparar lo
que puedan con un pedazo de apio, un tomate arrugado, un plátano verde y media
pechuga congelada. El resultado es fácilmente predecible: una ensalada con
textura viscosa, un patacón crudo en medio y una pechuga quemada por fuera y
congelada en el centro.
3. ¿Cómo lo hacen? Hemos
desayunado y comido arepas toda la vida, pero algunos aún desconocen la
sencilla fórmula de la cual se compone. Como si no fuera suficiente reto
integrar agua, mantequilla, harina y sal está el acto circense de voltearla sin
terminar con un desastre de pedazos inconexos sobre el tiesto (el de la cocina,
no el que hace música con piticos). El giro de la muerte se compone de 4 pasos.
En el primero, con la espátula se trata de despegar la arepa del tiesto; en el
segundo, se trata de mantener con la mano la arepa sobre la espátula o
cuchillo; en el tercero, se realiza un giro de 180 grados en menos de 1 segundo
para que la parte cruda quede hacia abajo; en el cuarto, un putazo con toda el
alma por haberse quemado la mano con el tiesto y haber vuelto nada la arepa. No
importa, igual había q partirla para comerla.
2. Cálculo I. En lugar de enseñar
complejos procedimientos matemáticos para despejar una X que no nos interesa
encontrar, la clase de cálculo debería estar orientada a enseñar como medir
porciones para un almuerzo, vasos de jugo y tazas de sopa. De alguna manera las
mamás saben exactamente cuanto se va a comer cada quien y son capaces de
calcular acertadamente la porción extra para el q repite. El cocinero amateur
no le atina a una sola, el arroz le queda sopudo, la carne salada, la sopa
desabrida y aguada y el jugo extremadamente dulce. La clase debería arrancar
con el profesor diciendo: “Hoy vamos a ver que hacer cuando la carne tiende a
salada”.
1. La dimensión desconocida. Al
igual que en las universidades públicas, a la cocina se sabe cuando se entra
pero no cuando se sale. Uno puede gastarse hasta 2 horas tan solo fritando un
huevo, sancochando una salchicha o haciendo una pastica, sin embargo la
aventura aún no ha terminado. Como si se tratara de reality show colombiano, el
asunto tiende a alargarse de manera preocupante porque después de haber cocinado,
servido y devorado la comida, queda un mundo de ollas, vasos y peroles sucios.
Si uno vive solo, no hay escapatoria, hay que limpiar o sino las cucarachas se
lo terminan por llevar a uno; si uno vive con la familia, hay que limpiar antes
que la mamá llegue a la cocina y lo deje blanco de un regaño por dejar todo
patas arriba.
Saludo en especial a todas las
personas que dedican su vida al arte de la comida. Gracias.
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